Serie MDQ - posteo #3
Anoche entré por primera vez en mi vida a un Casino. El bautismo tenía que ser en el Casino de Mar Del Plata, en homenaje a la connotación picaresca. Lo que encontré fue el ambiente mas sórdido que vi en mi vida. El hipodromo de Palermo los lunes a las tres de la tarde es un canto a la vida comparado con eso.
Todo era gris. Peor: verde apagado.
Compré veinte pesos de fichas para la ruleta. El salon de juego,semi cercado por un muro de tragamonedas con mujeres que a veces ni siquiera se sentaban: jugaban de a dos o tres maquinas. Las mesas de ruleta, tristes. Aposté sin ganas. En ningún momento sentí la mas minima descarga de ansiedad, de expectativa. Estaba anérgico emocionalmente.Puro sexo sin amor y sin orgasmo. Me quedé un rato (cinco, diez minutos?) y me retire con 30 pesos.
El ruido ambiente da para una instalacion, fué lejos lo mejor. Era como un loop de un ruido tranquilo (Como si fuese compuesto por Pablo Reche) sobre el que precipitaban los sonidos de las fichas (que decian "Casino de Tigre") al apilarse sobre la mesa y los golpes de palanca de las tragamonedas.
Di una vuelta. Nunca vi tantos peluquines. Tantas caras de desesperanza. No se podían sacar fotos y me quedé con las ganas de una de un cartel que está en cada rincón del salon que decía algo así como "el juego compulsivo es una enfermedad".
Había mujeres vestidas con minifaldas doradas (apagadas), chaqueta roja y sombrero tipo azafata. Cigarreras de película de bajo presupuesto, que gritaban "algo del bar?". Lujosa decadencia 100%.
Fue una experiencia Super Carver, desestabilizante. Toda la frustración, la falta de impulso vital, puesto ahí, como un zoológico de almas muertas.
Lo último que ví, y acabó siendo demasiado, fue una maquina que tenía una pantalla donde unos graficos simulaban una carrera de caballos. De la pantalla, como la mesa de un flipper, salía una maqueta con caballos que se movian al simular la carrera. Un grupo nutrido de personas (almas muertas) apostaban. Llegaban a una mínima excitación al finalizar las carreras virtuales, pero no era un despojo de vitalidad, era un reflejo muerto, como los movimientos de una rana al ponerla en la sartén.
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