Estoy escuchando por segunda vez el nuevo disco de los Faunos. Se llama Últimos Días del Tren Fantasma, una frase que curiosamente me mandó por whatsapp Fede de La Foca hace unas semanas, informando el cierre del tren fantasma del Parque Rodó (una certeza de que el mundo se vuelve cada vez más inhóspito).
Antes de escuchar el disco, dos amigos que ya lo tenían hablaban de los dos discos incluídos: el de Miguel y el del Gato. Uno mas bochatón, el otro más fauno de siempre. A mi me gustan los dos mundos, son complementarios, no rivales. Se necesitan el uno al otro.
El disco dura 26 minutos. El corte dura 1:36. Esa forma de entender el mundo es una de las mil cosas que me gustan de los faunos.
Respuestas a preguntas que seguro se formularo o se formularán
Ya escucho lo primero que van a decir los clásicos: "desafina". Y lo segundo "¿hasta cuando dura el chiste del indie?".
1) La voz del Gato no afina con el standard del rock reaccionario, más preocupado por que las condiciones no cambien. Por eso afina tan bien en mi marco estético. Tampoco afinaba Malkmus (aunque sí Pollard). La imperfección es el valor cuando llegamos al punto en que las formas ya no innovan, ya no dicen.
2) El indie ya no existe como lo pensábamos en los 90. La mayoría de lo indie de hoy es una sucursal chiquita de lo establecido. Son Carrefour Markets del hipermercado Pitchfork (o peor: RS).
Pero hay otro indie, cuya estética surge de los cuerpos y no de las ropas, que siguen transmitiendo ese aspecto lúdico y vital de aquellos viejos Pavement, de la sensación de flotar acelerado de Guantes de Piel. Lo hacen de otra forma, no como una repetición (si quieren repetición, lean el final de este posteo).
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El disco casi está por terminar. Tiene todo lo que esperaba y algunas cosas que me sorprendieron. Tiene esas letras geniales.
"El tiempo limita, el espacio es eterno" dice el Vagon Comedor, el lado B del single Cosas Caras Rotas, y eso sirve de puente a otro posteo encadenado.
La semana pasada mi hermano me pasa el link de una nota aburrida a Rosso en la revista NAN (que yo pensé que era la revista de La Nacion, porque ví la url lanan; y ese error terminó diciendo algo).
La nota es aburrida porque es la típica nota en donde un tipo que ha vivido más años (en círculo) le cuenta a jóvenes la posta de las cosas. Se vuelve aburrida porque los jóvenes no oponen ninguna resistencia al discurso. A mi generación le importa mucho tu opinión.
En la primera oración, se nombra a Miguel Abuelo. En la segunda a Pipo Lernoud. ¿Cómo seguir leyendo ese tono canal volver?
Pero seguí, salteando, porque quería llegar a lo que se estaba replicando en las redes. Dice Rosso "Estamos en una era de oro del rock nacional y no nos damos cuenta”. Y es algo que podría ser estimulante. Más que después acota que "los periodistas no estamos viviendo una época de oro". Bueno, tampoco es que la tuvieron alguna vez, Alfredo. Sólo el franchising de Reynolds de Schanton fue interesante, entre gacetilleros y enciplopedistas cursis.
Pero bueno, ahí es donde presto atención al contexto de esa frase de la edad de oro. Decíamos en PinkMoon "no es que escuchó Niño Candelmo y dijo que estamos en la edad de oro, lo dijo después de nombrar a Los Espíritus" (sí, me autocito porque estoy de vuelta).
Y Los Espíritus están en una sintonía estética con la vieja edad de oro del rock. No es una nueva era de oro, sino que resuenan en la misma sintonía estética e ideológica del rock que escuchaba el joven Rosso.
Entonces, lo que parece la visión de alguien atento a las nuevas estéticas, a las nuevas formas, es en realidad alguien alabando al buen alumno, al que repite las fórmulas conocidas y que hacen que su lugar de enunciación se mantenga en un estatus que nadie quiere perder.
Luca Prodan (el hombre, no el mito), ya advertía cómo en el rock argentino "se soban el lomo unos a otros". La ideología tres estrellitas y media.
No es menor el punto donde Rosso habla mal del periodismo. Pero no sé si se refiere a sus congéneres o a las nuevas generaciones que amenazan con quedarse con el escritorio de la oficina del Estado Rock. No lo aclara mucho.
Por otro lado, me pregunto si yo no soy Rosso pero con los 90s. Y me parece que no. Que más allá de los sonidos o la imagen, hay algo que se cuaja en una pequeña parte del indie de los 90s, pero que lo trasciende. No es la remera rayada, es apostar por otro discurso en un mundo donde lo más cómodo es repetir lo probado. Y eso está en otras artes (Computer Chess vs Hollywood, Pynchon vs Isabel Allende).
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Puse el disco de Los Espírtus porque aunque no lo crean a veces pienso si no es un prejuicio, si es que no lo escuché bien. Pero digan si esto de abajo no es escuchar a Los Piojos y junto a ellos a toda esa estética de rock muerto. A cementerio de wah wah, donde asoman lápidas con letras que van cómodas en el sentido cultural más común.
Esto no es una excepción. Está el festejo de las nuevas y viejas generaciones, juntos de la mano (obedientes como hijos que estudian la carrera del padre), frente a esa pieza de museo que es la colaboración Reyes del Falsete- Nebbia. Puro espíritu mandioca. Abuelitos jóvenes.
Marty decía (vuelve la autocita) algo así como que lo peor no es que Nebbia se acerca al universo de Los Reyes del Falsete, sino que LRF celebran el universo de Nebbia, del peor Nebbia, ése en donde su poder subjetivo es mancillado por el deber ser de la iglesia rockera reaccionaria.
Final
Viendo todo esto, ¿cómo no abrazar a los Faunos, que en este pueblo lleno de bandas tributos, y donde la falsa aristocracia que llenan los lugares piensan que son lo menos, siguen sacando discos como un eslabón mas de una cadena de resistencia estética y -ya a esta altura hay que decirlo- política?
Menos es más. Es mejor. Es vital.