Nieve Felix

Cuando las cosas se ponen extrañas, se ponen extrañas. No hay vueltas. Ayer estábamos con Marty en lo de Daniel y de golpe llegan mensajes de texto: "Nieve!", "Está nevando!".

Y nos quedamos mirando por la ventana los mini-copos que bailaban, intentando en vano fotografiarlos, registrarlos, tecnificarlos. Pero no. Eran los suficientemente sutiles como para no dejarse aprehender.

Al rato, salimos. Marty se fue para el sur y yo caminé 20 cuadras escuchando el disco de A Sunny day in Glasgow (una especie de metadona de Loveless), aturdiendome. No había tanta gente. Los mini-copos se acumulaban en la bufanda. Miraba para arriba para verlos caer sobre la cara, con Buenos Aires de fondo. Era como estar viajando a la velocidad de la luz. Mini-copos en perspectiva fugaz.

Tuve una sensación de frío agradable. De quemazón polar.

Llegué a casa mojado pero no hecho sopa. En el bolsillo tenía el disco de Félix. Lo puse. y traté otra vez de captar los copitos desde la ventana en vano.



El disco de Félix está compuesto de canciones. Canciones que a veces huelen a una estructura tradicional, si se quiere. Muchos arreglitos. Mucho acorde. Simpleza compleja. [una] canción. No [LA] canción.




Horas mas tarde salgo otra vez a por otra dosis de mini-copos nocturnos. Siguen sin poder atraparse por la postpostmodernidad. Una intromisión atemporal en el hiperregistro. Una invasión meta cultural. Y el ánimo se revuelve, como pedacitos de hierro a merced de un imán.