Thursday, March 25, 2004
Brave new world
Esta semana leí Un Mundo feliz. Era algo que tenía colgado (Contrapunto me había gustado mucho).
Mas allá de ver que el mundo no cambió mucho desde 1931, cuando a Huxley se le ocurrió escribir el destino de la sociedad Fordista en conjunción con la ciencia al servicio del control (otra discusión), el libro deja un sabor a "se me ocurrió una buena idea pero no tengo muchas ganas de esforzarme con la historia" (más, comparada con Contrapunto).
El tema es que en la sociedad descripta, la felicidad es alcanzada por una serie de condicionantes adquiridos a traves de un montón de técnicas instauradas por el Estado , que es el que se encarga de crear y (a)condicionar a los habitantes.
Lo que parece tiene mejor efecto es la hipnopedia, una serie de conceptos repetidos hasta el hartazgo mientras duermen. Cuando los niños del mundo feliz crecen, repiten como propias las frases e ideas escuchadas en el proceso hipnopedico. No importa lo evidente , la frase hipnopedica reacomoda el choque emocional hacia los cauces menos inestables para el orden de las cosas.
Ayer, alrededor de un día repleto de simbolismo, la hipnopedia de la dictadura se hizo evidente. Por poner un ejemplo bizarro: la locutora que está en el increíble programa de Hanglin a la noche (ese que tiene a Gainsbourg/Birkin de fondo mientras gente deja mensajes en el contestador para conseguir parejas "serias"), dijo " en un día muy raro como el de hoy... no sé, deberiamos pensar en el futuro... uno no sabe si está bien .... o está mal....".
Era tal el quilombo etico (casi moral) que tenía esta chica que ni siquiera se animaba a nombrar el hecho al que se refería.
Casos como ese escuché un montón. En la calle. En la tele.
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