Thursday, November 10, 2005

Distinto que recién


El otro día fuí a un show de Baccarat después de mucho tiempo. No puedo recordar exactamente cuándo, pero creo que la ultima fue aquella del San Martín post corralito, la que me fuí antes que termine, emboladísimo, a escribir para la PinkMoon que el personaje se había comido a Pangaro.

Otros aires, otros tiempos. Ví los afiches, hablé con otra gente, y fuí.

De entrada, mala señal. Los teloneros eran unos exponentes típicos de la concurridísima avenida del lugar común calle talcahuano-academia-pub. Un grupo de vientos, bateria y bajo, preocupados por pasar (posar) al frente del escenario a hacer solos en un contexto de "funk gracioso". Usaron en un par de ocasiones la guitarra solo como relleno de cobertura. Ejercicio mental: verlos, pensar en Funkadelic o en Sly & the family stone y , por fín, encontrar la gracia a ese tiempo obligado a transcurrirlo en modo "espectador que llega temprano".

Baccarat comienza con un video de glamour decadente. Auto lujoso, copas. Embotellamiento. Piqueteros hostiles sacuden el auto.Terminan cantando, mansos, ante el poder de la música. Al límite.

Sale Pangaro con la chica de la izquierda (siempre fija) y otra nueva (para mí) a la derecha. Está la banda entera. Con partituras, claro.

El show recorre el disco nuevo, que viene con un librito de tapa dura lleno de textos que invitados, entre tema y tema, pasan a leer. Sergio ha recuperado la ironía, ha vuelto a tomar una posición de nihlismo, casi depresivo, para que el chiste del contraste vuelva a tener gracia.

Los puntos de contacto con la realidad no son una queja llana, en lenguaje televisivo, sino que han vuelto a tener el delicado proceso irónico de las mejores épocas.

La música. El disco.

Una tapa de carnaval (papelitos, matracas, mascaras), conteniendo una colección de canciones de género propias y ajenas (Come Prima). Riesgos técnicos de entrada: falsete en plan italia '60.

Las letras tienen un nivel de amargura como nunca. El contraste con la musica es mucho mas logrado. Como si Palito Ortega cantara "la infelicidad, ja ja bang!".

Pero este post no estaría online si no fuera que el disco trae uno de los temas del año: Autoyuda.

Es la canción que reitaliza al disco, el parámetro que da sentido (y fuerza semantica) a la ironía del resto. Es la marca de diferenciación.

Un Pangaro y un cello se encuentran con un otras cuerdas y un gong que, como un portal magico, abren a un beat epico de una belleza diferente, extraordinaria. Las velocidades se aceleran y detienen. Las armonías pasan de la luz a la niebla, del sol a la noche, y se van apoyando unas sobre otras para terminar en una luminosidad opaca, en un territorio sonoro-afectivo donde coexisten extasis y angustia.

"Ni la autoayuda ni el diván pudieron detener el constante parpadear, que me hace a mí, distinto de recién. Para lo cual tendría que encontrar, dentro de mí, el foco que perdí. Espero que me vuelva a iluminar por fin".


Es mas que el mash up de discos de boogaloo de los primeros discos. Mas que la parodia de casamiento. Sería muy optimista (inocente) de mi parte pensar que un disco paralelo de Pangaro sin parafernalia sería un discazo?




1 comment:

Anonymous said...

Marcos: poco, muy poco serio lo suyo. Ya sé, que nunca lo fue, pero bue, no deja de llamar la insistencia sobre el desvario aguardentoso o rivotrílico, depende el caso, de su norte estético. La verdad que ir a ver a Baccarat y criticar a Elvis Costello.... Nada, "Periodismo puro" lo suyo. Igual lo aprecio. A tu post le doy...3 fresanes y medios.